Porque no nos predicamos a nosotros mismos, si no a Jesucristo como nuestro Señor, y a nosotros como Sus siervos por amor de Jesus. 2 da. Corintios 4:5

lunes, 18 de febrero de 2008

ENRIQUE PAWELS

Enrique fue otro hermano más, fruto de las primeras reuniones en calle Brown 2040, joven de espíritu pacífico y servicial, fue de gran ayuda en la construcción del local de calle Salta, donde se asistió durante mucho tiempo luego congregándose en Barrio Sarmiento.
Su oficio de carpintero, fue uno de los dones más destacados de este hermano, ya que una gran cantidad de locales evangélicos poseen sus púlpitos y bancos, construidos por manos suyas.
Sin embargo, Enrique, tenia una gran capacidad intelectual, era su deleite traducir mensajes del holandés al castellano, tanto para El Sendero del Creyente, como para otras publicaciones de índole cristiana. También poseía otras dotes, como la poesía y el canto, siendo quien daba la nota siempre a la hora de cantar un himno.
Enrique era un hermano que sufría con humildad si alguien lo trataba injustamente, y aun cuando en la congregación había algún hermano que “colocaba piedras en el camino”, él utilizaba la frase “en la obra, algunos trabajan, otros dan trabajo...”, ingeniosa, pero cierta.
Nunca se cansaba de servir al Señor y a sus hermanos, y así se le conoció por mas de cincuenta años, en las congregaciones de Rosario, y aun del país, donde sus trabajos con madera, hasta el día de hoy hablan de su cariño y efectividad por el servicio a la obra del Evangelio de Cristo.
A la edad de 80 años, tras soportar con paciencia una penosa enfermedad, deja su ministerio, para descansar de sus quehaceres y disfrutar la presencia eterna de su querido Salvador.
Enrique Pawels, deja tras sí, una amplia foja de servicios, tangibles unos y para los que lo conocieron, el recuerdo de su dulce y armonioso carácter y fidelidad a Dios, por sobre todo lo demás.
Otra pérdida que la obra debiera recuperar, hasta que a nuestro Señor le plazca levantar a otro humilde y tan eficiente servidor.


DON JUAN GARCIA MIRANDO HACIA EL PISO, A SU DERECHA SU PADRE, Y EN EL EXTREMO DERECHO DE LA FOTO, DON ENRIQUE PAWELS

EN EL COSTADO DERECHO, DON ENRIQUE PAWELS CON LOS HERMANOS DE BARRIO SARMIENTO

SALON DE BARRIO SARMIENTO

BANCOS Y PÚLPITO CONSTRUIDOS POR DON ENRIQUE

sábado, 9 de febrero de 2008

SANTIAGO COSTA

Se convirtió a mediados del año 1918, emprendiendo lo que fue una corta pero intensa carrera en la obra en Barrio Ludueña.
Luchando con la indiferencia de su familia, Santiaguito y su madre doña Santa Esperanza, unieron sus fuerzas para brindar sus mejores dones al servicio del Señor. Su celo por las almas sin Dios, los motivo ofrecer una sala de su casa para comenzar la obra, y así el 2 de octubre de 1921 nacía la primera Escuela Dominical en Barrio Ludueña.
Pero para Santiaguito (así lo llamaban cariñosamente sus hermanos en Cristo, dada su pequeña estatura) animado por el fruto que el Señor mostró, redobló sus esfuerzos y con su madre decidieron donar un amplio terreno, en el cual se construyó una casilla con madera de cajones.
En este humilde lugar Dios mostró su gracia, con un fruto mas que reconfortante para Santiaguito, conocieron a Cristo su padre, cuatro hermanos, un cuñado, tíos y primos, lo cual demostró que su trabajo no era en vano.
Pronto ya el espacio escaseaba dada la demanda, ya que los niños llevaban a sus mayores, de modo que en poco tiempo se pudo construir un salón más grande y cómodo.
Lo que pareció ser una vida prometedora colmada de triunfos y buenos frutos, se vio truncada, cuando a los 28 años de edad, Santiago Costa fue llamado el 1 de marzo de 1931, a un servicio superior, en la presencia del amado Salvador.
Santiaguito dio sus mejores años al servicio, y a lo que consideramos lo mejor de la edad, el Señor lo invito a su último y celestial hogar.
No menos de cuatrocientas personas escucharon el Evangelio durante el sepelio de Santiaguito.
Una vez mas, la obra pierde un hermano, gran obrero fiel y su familia un hijo amado.

“Por lo que queridos lectores orad por la obra para que en algo sea reparada esta ausencia por otros siervos que Dios levante, tan fieles y útiles como fue nuestro amado hermano Santiaguito.”

(Texto extraído y adaptado de El Sendero del Creyente)

FRANCIS COLEMAN

Hijo del ya conocido Federico Coleman, precursor de la obra en nuestra ciudad, nació en Rosario el 31 de agosto de 1907, convirtiéndose joven, se bautiza en calle Salta 2339, donde se congrego mucho tiempo. Allí contrajo matrimonio con Argentina Medici, también de esta misma congregación, y de cuya unión nacieron dos hijos, Franklin y Eda.
Francis predicaba a los indígenas de Jujuy, cuando contaba con solo 16 años, dedicando su vida con gozo y entusiasmo al servicio del Señor.
Estuvo en comunión y plena dedicación en varias asambleas de Córdoba y Bs. As., tomando parte con los jóvenes y la escuela dominical.
Luego sintio el llamado del Señor para trabajar en el Orfanatorio de Quilmes, el cual dirigió desde el 2 de abril de 1952 hasta el dia de su fallecimiento.
En dicha institución contó con la invalorable colaboración de Doña Argentina, su esposa quien llevaba la responsabilidad en lo que a la parte material se refería.
Francis tenia su corazón en esta obra y cuando ya tenia su propio sustento, utilizaba el tiempo restante a la misma administrándola y dirigiéndola.
Todos los niños asilados eran para él como sus propios hijos, a quienes con cariño, llegado el día de sus cumpleaños, hacia atenciones extraordinarias.
También en circunstancias en que las finanzas del orfanatorio daban déficit, este hermano colaboraba de su propio bolsillo.
El resultado de esta labor dejo muchos frutos, varios niños fueron convertidos y congregados en forma activa en la congregación de Quilmes.
Dos niñas de este asilo, convertidas por el testimonio de Francis, ya mayores y en comunión, sintieron el llamado del Señor y ingresaron a trabajar de celadoras en otro orfanatorio de La Cumbre.
Francis sentía en su corazón los deseos de vivir su vejez entre los niños de este lugar, pero su salud era frágil, y ya algunas tareas le resultaban pesadas aunque las realizaba con mucho gozo.
Presintiendo que su final se acercaba, rogó a su esposa que si él moría, ella no dejara el orfanatorio.
El 26 de octubre de 1961, Francis Coleman, pasa a la presencia del Señor. En el momento de despedir sus restos, notablemente se hizo presente buena cantidad de vecinos y hermanos, movidos por el testimonio de este fiel siervo de Dios.
Entre otros testimonios, salió a luz el de un compañero de trabajo que relato que Francis fue motivado en cierta ocasión, por un grupo malintencionado, a dar falso testimonio en perjuicio de otro empleado, a lo cual respondió; “Prefiero perder mi empleo antes de mentir...”, actitud que le valió un inesperado ascenso.

Francis, caminó bien en las sendas del Señor, y terminó su carrera con gozo, pasando a la presencia de su Salvador, donde descansa de las fatigas habiendo acabado su peregrinación terrenal.

(Texto extraído y adaptado de El Sendero del Creyente)